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Esta denominación se debe a Ricciotto Canudo (1879-1923), un crítico de cine
relacionado con el futurismo italiano. En 1911 escribió su ensayo "Manifiesto de
las Siete Artes". Canudo, de origen italiano, es considerado el primer teórico de cine. Emigró a París a los 22 años de edad y allí pudo conocer el ambiente del
arte de vanguardia, acercándose al nuevo medio que acababa de surgir y del que
se hizo un ferviente defensor: el cinematógrafo. Canudo, como crítico pionero del
nuevo arte, acuña el conocidísimo término “Séptimo Arte” y formula por primera
vez la diferencia entre arte e industria.
Leamos su manifiesto:
Manifiesto de las Siete Artes de Ricciotto Canudo (1911)
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La Teoría de las Siete Artes ha ganado rápidamente terreno,
extendiéndose por todo el mundo. Ha aportado una clarificación a la total
confusión de géneros e ideas, como una fuente de nuevo reencontrada. No voy a
hacer alarde de dicho descubrimiento, porque toda teoría implica el
descubrimiento de un principio fundamental. Me limito a comprobar su difusión;
de la misma forma que, al enunciarla, hacía constar su necesidad.
Si bien los muchos y nefastos tenderos del cine han creído poderse apropiar del
término "Séptimo Arte" que da prestigio a la industria y a su
comercio, no han aceptado, empero, la responsabilidad impuesta por la palabra
"arte". Su industria sigue siendo la misma, más o menos bien organizada
desde el punto de vista técnico; su comercio se mantiene floreciente o en
decadencia, según los altibajos de la emotividad universal. Su
"arte", salvo en algún raro ejemplo en el que el cineasta es capaz de
exigir e imponer su propia voluntad, sigue siendo prácticamente el mismo que
inspiraba a Xavier de Montépin.
Pero este arte de síntesis total que es el Cine, este prodigioso recién nacido
de la Máquina y del Sentimiento, está empezando a dejar de balbucear para
entrar en la infancia. Y
muy pronto llegará la adolescencia a despertar su intelecto y a multiplicar sus
manifestaciones; nosotros le pediremos que acelere su desarrollo, que adelante
el advenimiento de su juventud. Necesitamos al Cine para crear el arte total al
que, desde siempre, han tendido todas las artes.
Y aquí va a ser necesario explicar una vez más, rápidamente, aquella teoría ya
conocida en los círculos más iniciados como la "Teoría de las
Siete Artes". La fuente que hemos encontrado nos la revela en toda su
claridad. Descubrimos que, en realidad, dos de estas artes surgieron
originariamente del cerebro humano para permitirle fijar todo lo efímero de la
vida, en lucha contra la muerte de las apariencias y de las formas,
enriqueciendo a las generaciones con la experiencia estética. Se trataba, en
los albores de la humanidad, de algo que completase la vida, elevándola por
encima de las realidades fugaces, afirman do la eternidad de las cosas ante las
que los hombre experimentaban una emoción. Así se crearon los primeros focos de
animación, capaces de irradiar sobre todas las generaciones lo que un filósofo
italiano llama "el olvido estético", es decir, el goce de una vida
superior a la vida, de una personalidad múltiple que cada uno puede crearse al
margen y por encima de la propia.
En mi Psychologie musicale des
civilitations ya señalé que la Arquitectura y la Música habían expresado
inmediatamente esta necesidad ineluctable del hombre primitivo, que intentaba
"retener" para sí mismo todas las fuerzas plásticas y rítmicas de su
existencia sentimental. Al construir la primera cabaña, al bailar la primera
danza con el mero acompañamiento de la voz como pauta para mover los pies sobre
el suelo, ya había descubierto la Arquitectura y la Música. Más tarde
embelleció a la primera con la representación de los seres y de las cosas cuyo
recuerdo deseaba perpetuar, mientras añadía a la danza la expresión articulada
de sus movimientos: la
palabra. De esta forma había inventado la Escultura, la
Pintura y la Poesía; había concretado su sueño de inmortalidad en el espacio y
en el tiempo. A partir de aquel momento el Ángulo estético había aparecido ante
su espíritu.
Querría señalar ya ahora que si bien la Arquitectura, surgida de la necesidad
material de protegerse, se afirmó netamente individualizada frente a sus
complementarias, la Escultura y la Pintura, la Música, en cambio ha seguido a
través de los siglos un proceso completamente inverso. Surgida de una necesidad
enteramente espiritual de elevación y de superior olvido, la Música es
realmente la intuición y la organización de los ritmos que rigen toda la naturaleza. Pero
primero se manifestó en sus complementarias, la Danza y la Poesía, hasta llegar
miles de años después a la liberación individual, a la Música sin danza y sin
canto, a la Sinfonía.
Como entidad determinante de toda la coreografía del lirismo,
existía ya antes de convertirse en lo que nosotros llamamos Música pura,
precediendo a la Danza y a la Poesía.
Así como las formas en el Espacio son fundamentalmente Arquitectura, los ritmos
en el Tiempo, ¿no son sobre todo Música?
Finalmente el "círculo en movimiento" de la estética se cierra hoy
triunfalmente en esta fusión total de las artes que se llama
"Cinematógrafo". Si tomamos a la elipsis como imagen perfecta de la
vida, o sea, del movimiento -del movimiento de nuestra esfera achatada por los
polos-, y la proyectamos sobre el plano horizontal del papel, el arte, todo el
arte, aparece claramente ante nosotros.
Centenares de siglos humanos han proyectado sobre esta elipsis en movimiento su
mayor aspiración común, mantenida siempre encima del tumulto de los siglos y de
las alteraciones del ánimo individual. Todos los hombres, bajo cualquier clima
histórico, geográfico, étnico o ético, han hallado el placer más profundo, que
consiste simplemente en el más profundo "olvido de sí mismos",
dejándose envolver por las tenaces espirales del olvido estético. Este sublime
olvido es reconocible en el gesto del pastor, blanco, negro o amarillo, que
esculpe una rama de árbol en la desolación de su soledad. Pero, a lo largo de
todos estos siglos hasta el nuestro, entre todos los pueblos de la tierra, las
dos Artes y sus cuatro complementarias, han seguido siendo siempre las mismas.
Lo que contingentes internacionales de pedantes han creído poder llamar la
"evolución de las artes" no es más que logomaquia.
Nuestra época es incomparable desde el punto de vista de la fuerza interior y
exterior, de la nueva creación de un mundo interior y exterior, del
descubrimiento de energías hasta ahora insospechadas: interiores y exteriores,
físicas y religiosas.
Nuestro tiempo ha sintetizado en un impulso divino las múltiples experiencias
del hombre. Y hemos sacado todas las conclusiones de la vida práctica y la vida
sentimental. Hemos casado a la Ciencia con el Arte, quiero decir, los
descubrimientos y las incógnitas de la Ciencia con el ideal de Arte, aplicando
la primera al último para captar y fijar los ritmos de la luz. Es el Cine.
El Séptimo Arte concilia de esta forma a todos los demás. Cuadros en
movimiento. Arte Plástica que se desarrolla según las leyes del Arte Rítmica. Ese
es su lugar en el prodigioso éxtasis que la conciencia de la propia perpetuidad
regala al hombre moderno. Las formas y los ritmos, lo que conocemos como la
vida, nacen de las vueltas de manivela de un aparato de proyección.
Nos ha tocado vivir las primeras horas de la nueva Danza de las
Musas en torno a la nueva juventud de Apolo. La ronda de las luces y de los
sonidos en torno a una incomparable hoguera: nuestro nuevo espíritu moderno.