Los escenarios y los personajes
hacen que Ali nos cuente una historia real, atemporal, con la que podemos
sentirnos identificados. Este film está
lejos del glamour hollywoodiense, no hay
laca ni tacones, los diálogos resultan sencillos, espontáneos y con una
fuerte carga emocional. Para los más sensibles, esta comedia dramática puede
hacer reír o llorar en pocas palabras que no son quizá las que espera oír el
espectador como cuando tras la pregunta “¿Y quién se iba a enamorar de un friki
como yo?”, la protagonista dice “ La respuesta no es quién lo haría, sino quien
no iba a hacerlo”, escena rematada por un magistral no-beso cargado de
sentimientos. Así Ali deja libre la imaginación del espectador, no dándole lo
que espera, resultando impredecible.
En cuanto al montaje, denota una
profesionalidad elevada del equipo técnico. El juego de cámara aporta dinamismo
a esta película de ritmo lento y continuo con una alternancia entre primeros
planos, alejamiento de los personajes, cámara en movimiento o simplemente la
grabación de objetos significativos. Los escenarios resultan cotidianos
como el supermercado donde trabaja la
protagonista y no aparecen paisajes espectaculares. El director se sirve del
vestuario para reflejar la personalidad de cada uno, así Ali oculta sus formas
y no se preocupa mucho por su imagen vistiendo ropa holgada y masculina y no
usando maquillaje; por el contrario su madre, romántica y enamoradiza, lleva
coloridos vestidos estampados.
La música no es una gran banda
sonora para recordar, sino canciones delicadas con voces femeninas que
contrastan con secuencias violentas como son las visiones de coches
estrellándose. Hay dificultad para entender los diálogos en algunas ocasiones,
especialmente cuando los personajes están susurrando, efecto tal vez
intencionado para darle un mayor
realismo.
Y unido a un visible trabajo
arduo de preproducción, se suma la buena interpretación de actores de la talla
de Nadia de Santiago o Verónica Forqué que no solo resultan creíbles, sino que
conectan con el público y transmiten sus propias tormentas internas.
Una buena película debe conseguir
que al menos en el trayecto del cine a casa pensemos en ella y recreemos las
sensaciones que nos ha producido; Ali definitivamente lo hace.
Esther
Pérez Nieto de 2º Bach B